Cómo fue mi transición capilar: la historia detrás de mis rizos
- Dominique Lattimore
- 1 ago
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 9 ago

Durante años alisé, oculté y rechacé mi cabello natural. Este es el viaje de cómo pasé de la vergüenza a la aceptación, y cómo mis rizos florecieron junto con mi identidad y mi fe.
De la vergüenza a la aceptación: cuando mi cabello pasó a ser mi sello
Hoy lo que más llama la atención de las personas es mi pelo. Recibo comentarios como: "Domi, amo tu pelo", "Dame tu rutina! "Qué hermosos tus rizos”...
Créeme que si hace diez años alguien me hubiese dicho que un día escucharía que mi pelo era lindo, me hubiese reído a carcajadas.
Y es que, durante toda mi vida, mi cabello fue mi vergüenza. Desde niña oculté mi pelo natural con peinados apretados, trenzas… Lo que fuera.
Infancia sin conocimientos ni productos para el cabello rizado
Crecí en una época —y en un lugar, Chile— donde no existía conocimiento ni productos adecuados para cuidar el cabello rizado o afro. Mi pelo, en su estado natural, era como una esponja inflada, imposible de peinar. Eso me traumó profundamente.
A los 17 años, en un viaje a EE. UU., conocí lo que yo creí que era la salvación: los alisadores químicos. Volví a Chile con el pelo liso... pero quemado.
Desde ahí, no volví a ver mi cabello natural nunca más por muchos años. Mi objetivo era simple: aniquilar mis rizos de raíz. Aunque el alisado de ese tiempo me dejaba el cabello sin vida, pajoso y seco, el “liso” me hacía sentir más aceptada, más bonita… más “normal”.
Extensiones, rubios y alisados: cuando quería ser otra
Vinieron las extensiones, y probé de todo tipo. En esa etapa, ya no me importaba si se cortaba mi cabello natural, yo solo quería pelo largo y liso.
Después vino el color. Si quería rubio, lo quería bien rubio.
Exprimí, manipulé y dañé mi identidad capilar hasta el fondo. Y no solo fue con mi pelo… pero esa es historia para otro blog.

Jesús, identidad y el principio de una transformación real
Años después, Jesús entró en mi vida. Y junto con esa transformación interna, sentí el impulso de sacarme lo que me pesaba.
Un día decidí: “¡Nunca más extensiones!” Fui donde mi amigo y estilista Iván Carreño, le pedí que emparejara todo lo cortado… y nació mi primer gran cambio: un bob liso, corto a la nuca.
El tiempo pasó, mi cabello creció mas sano, pero seguía llevándolo liso. Hasta que empecé a tener sueños recurrentes… con mi pelo natural, tipo esponja. Al principio los ignoré, pero algo se estaba despertando.
La temida transición capilar
Aproximadamente cuatro años atrás, justo al final de la pandemia, empezaron a aparecerme videos de mujeres recuperando sus rizos. Ahí conocí el concepto que nunca había escuchado: la transición capilar.
La idea me daba miedo. ¿Enfrentar mi vergüenza? ¿Redescubrir lo que había aniquilado? Pero un día me pregunté:
“¿Y si es Dios quien ve algo en mí que yo hoy no veo?” “¿Y si esta forma en que Él me diseñó, es parte de mi mejor versión?”
Aprovechando que no podíamos ir tanto a la peluquería, empecé.
Errores, recaídas y la batalla con la paciencia
Al principio me emocioné: tenía 4 centímetros de crecimiento natural y me compré todos los productos para rizos que encontré. Gran error. No había aprendido la primera lección de este proceso: la paciencia.
El cabello creció, se infló, y los traumas de infancia volvieron: “Me siento fea”, “no me gusta esto”...Y volví a la peluquería. Me apliqué un botox capilar y retrocedí todo el proceso.
Pero el deseo de conocer mi cabello real seguía creciendo. Los videos curly seguían apareciendo como señales. Hasta que dije ¡basta!

Tijeras, decisión y proceso a puertas cerradas
Tomé dos decisiones radicales:
No más peluquería (para evitar la tentación de alisar).
Comprar unas tijeras y comenzar a cortar lo viejo, poco a poco.
Viví el proceso en secreto, con firmeza y determinación. Ver crecer mis primeros rulitos era emocionante. Probé técnicas, productos, estudié… pero también dejé ir a la mujer que fui por muchos años.
Una nueva identidad (afuera y adentro)
Mi transición capilar fue al mismo tiempo que mi transición espiritual. Dejar ir con dolor, con incertidumbre, pero también con esperanza y con la confianza en que Dios, hasta en estos detalles me guía y siempre es para mejor.
Hoy, mi pelo ha florecido. Está totalmente nuevo. Lo amo, lo acepto, lo honro. Y veo belleza en lo que antes era mi vergüenza.
Pero para llegar hasta aquí, tuve que:
Escuchar a Dios en mi corazón
Cortar con lo viejo
Y aceptar Su diseño original
Una de las mejores decisiones de mi vida. 🌿

Si estás pensando en hacer tu transición capilar…
Te digo la verdad: no es fácil. Pero con tiempo, paciencia, amor propio y aceptación, vas a descubrir que sí vale la pena.
Y no solo por verte bonita. Sino por volver a ti. A tu esencia. A tu diseño.
¿Estás viviendo o pensando en iniciar tu transición capilar?
Déjame un comentario o cuéntamelo en redes. Estoy aquí para acompañarte.
Con amor,
Domi





Comentarios